Aunque haya muchos que se empeñen en negarlo, es un hecho que el negro es una tonalidad de color. Pero… ¿Sabías que durante la época del Impresionismo, aquella corriente artística del siglo XIX en la que se retrataban objetos de acuerdo a la «impresión» que la luz producía en la vista, el blanco era definido -incluso por los propios pintores- como la suma de todos los colores del arcoiris, mientras que el negro era el color sin color; la ausencia de todos ellos?

Los toques elegantes del color negro

No podemos negar que el color negro provoca sentimientos negativos, como tristeza, temor u oscuridad en las personas. De hecho podemos, fácilmente, asociar el color negro con la muerte y con el luto, pero también, incluso, con Lucifer, con demonios y con la mala suerte del gato negro, ¿cierto? Es más, si indagamos un poco más profundamente, al principio de los tiempos, el negro representaba el caos: «Y vio Dios que la luz era buena, y separó la luz de la oscuridad. Dios llamó a la luz ‘día’, y a la oscuridad ‘noche’”.

Como vemos, la negación del negro se ha visto manifestada desde el principio de los tiempos.

Pero, afortunadamente, también existían pintores, como Pierre-Auguste Renoir, uno de los más importantes del Impresionismo, que definía el color negro como el rey de todos los colores. O como Chanel, que siempre decía algo así como que “uno nunca está por encima ni por debajo de un pequeño vestido negro”.

Como ves, con el paso del tiempo, el color negro ha ido adquiriendo relevancia y potencial. Hoy en día, el mismo supone la elegancia por excelencia. El famoso Little Black Dress es un vivo ejemplo de ello. O, acaso… ¿tú no cuentas con un pequeño y sencillo vestido negro en tu closet?. Una coloración clásica, elegante y sofisticada asociada al poder, a la fuerza y a la inteligencia.

La elegancia del color negro: el color sin color

La historia del color negro

Pero… Te contaré algo. Desde mediados del siglo XIX, el color negro fue elegido por los pueblos del hemisferio occidental como signo oficial de luto, dado su carácter sobrio y serio, así como por las fuertes emociones que producía. Pero… ¿por qué el color negro, y no el rojo? El color de la sangre, por ejemplo.

Para dar respuesta a esta pregunta debemos remontarnos al Imperio Romano, cuando, en el fallecimiento de algún ser del pueblo, se enrollaba su cuerpo, ya sin vida, en una toga pulla; una especie de manto de color negro. Ésta era muy empleada en ritos y ceremonias desde hace ya cientos de siglos, representando respeto hacia el difunto, y, de alguna manera, presentándose como signo de opresión ante la muerte.

Como decía, esto fue algo que duró cientos y cientos de años hasta que, de repente, llegó Felipe II al trono español, en 1556, y cambió la teoría. Y la práctica. Frente a la exuberancia de Enrique VIII de Inglaterra, siempre con tonos alegres y exceso de joyas, Felipe II decidió implantar un código formal de vestimenta, al que denominó vestir a la española. En él, la sociedad debía vestir con tonos sobrios y neutros, que aportaban un ligero signo de superioridad.

Es a partir de ese momento que el color negro empieza a considerarse el color de la elegancia suprema. Y, lo que es más, hoy en día, en el siglo XXI, ya es considerado como un color que ha simbolizado, a lo largo de los años, autoridad y elegancia, aunque también enfermedad y muerte.

Un color deslumbrante… Por muy irónico que pueda sonar.