La piel es el órgano más grande de nuestro cuerpo y uno de los más importantes, además está en continua exposición a los agentes externos medioambientales. Sufre con el frío, el calor y, puesto que tiene vida propia, también tiene unas necesidades específicas. Hay distintos tipos de piel y la mejor manera de cuidarla es conocer cuál es tu tipo.
Debemos observar las características de nuestra piel: textura, reacciones, color…, y tener en cuenta que también influyen en ella los cambios internos tanto metabólicos como hormonales. Presta atención, pues te explicamos con detalle los distintos tipos de piel y cómo debes cuidarla.
Los cinco tipos de piel y sus cuidados
Aprender a reconocer cuál es tu tipo de piel es fundamental para poder cuidar de ella de manera correcta y elegir los productos que mejor funcionen sin perjudicarla, sobre todo si estás rondando los 30 años. Cuanto más madura sea tu piel, más cuidados tendrás que prestarle, pues con los años se torna más delicada. Lee con atención, te contamos todo lo que debes saber sobre los distintos tipos de piel.
1. Piel normal
Todo el mundo sueña con tener este tipo de piel, sin embargo, es de las menos comunes. Es la más típica en los niños hasta la adolescencia, donde los cambios hormonales afectan mucho a la piel y provocan cambios en ella.
Las características de la piel normal son: está equilibrada al no ser muy grasa ni demasiado seca, tiene los poros finos, una textura suave y aterciopelada, cuenta con una buena circulación sanguínea, ausencia de impurezas y puntos negro y no se irrita fácilmente. Estos tipos de piel pueden tener acné, manchas o líneas de expresión, pero cuentan con un buen balance de grasa.
Es importante que se cuide con productos adecuados para evitar un desajuste que pueda provocar un exceso de grasa o irritación, sobre todo porque con el paso del tiempo la piel normal pierde hidratación y elasticidad propias del envejecimiento natural.
Los cuidados a edad temprana, como ves, son fundamentales para prevenir desequilibrios y problemas mayores en el futuro. Para un buen cuidado te recomendamos tratamientos antiedad con vitamina B3 o Niacinamida, tratamientos antioxidantes ricos en coenzima Q10 o vitamina C y tratamientos exfoliantes con ácido salicílico. Lo más natural es el aloe vera, que contiene vitaminas A, C, E y B las cuales estimulan el metabolismo celular.
2. Piel grasa
La piel grasa se caracteriza por producir más sebo de lo normal, lo que se conoce como seborrea. Si tu piel es brillante, tiene los poros grandes y de vez en cuando te sale algún grano, espinilla o tienes impurezas, entonces tu piel es grasa y debes elegir productos específicos antibacterianos que ayuden a mejorar la apariencia de tu piel.
De todos los tipos de piel, este es el más propenso al acné y no solo en la cara, también en los hombros, el pecho y la espalda. Puede ser debido a la genética y a desequilibrios hormonales, pero con una buena alimentación y unos cuidados específicos podrás controlar los niveles seborreicos.
Asegúrate de que limpias bien tu piel todos los días por la mañana y por la noche, sobre todo si usas maquillaje para que los poros no se obstruyan. También puedes utilizar una mascarilla exfoliante una vez a la semana y utilizar cremas matificantes para hidratar tu piel y deshacerte del brillo. El acné severo puede causar lesiones irreversibles, por lo que te recomendamos la visita a un dermatólogo.
Pero no todo es malo, pues este tipo de piel es el que envejece más lentamente ya que es más resistente a los agentes externos y los signos de expresión tardan más tiempo en aparecer. Además, la piel grasa es mucho más elástica y flexible que la piel seca. Puedes usar también aloe vera para suavizar las cicatrices propias del acné.
3. Piel seca
La piel seca tiene un aspecto áspero, escamoso y es tirante, incluso puede que sientas picor. Son tipos de piel a las que les falta elasticidad porque producen menos sebo de lo normal, por lo que tu piel carece de lípidos que son los responsables de mantener la hidratación de la piel y formar una barrera protectora.
Los dermatólogos identifican tres niveles de resequedad: piel seca, muy seca o extremadamente seca. Este último se caracteriza por aspereza severa, grietas, callosidades, picor severo y frecuente y descamación, por lo que es recomendable que visites a un dermatólogo para determinar el tratamiento adecuado.
Estos tipos de piel se irritan con facilidad y necesitan una hidratación mayor que le devuelva su elasticidad. Un buen sérum aplicado antes de la crema hidratante puede serte de gran ayuda. Puedes usar una crema con protección solar para evitar irritaciones provocadas por los cambios del tiempo, y no te olvides de beber dos litros de agua al día y comer abundantes frutas y verduras. El uso de aloe vera también puede suavizar las arrugas y las líneas de expresión, algo muy recomendable para pieles secas.
4. Piel mixta
La piel mixta mezcla un poco de piel grasa con piel seca. Esto quiere decir que si la zona T de tu cara (frente, barbilla y nariz) tiene un brillo graso y tendencia a la aparición de granos, pero en cambio las mejillas se ven normal o secas, tu tipo de piel es mixta.
Para restablecer el equilibrio en estos tipos de pieles necesitas utilizar productos para piel mixta, pues poseen una fórmula especial para conseguir este balance, sobre todo en la crema hidratante. En estos casos el aloe vera también puede ser un gran aliado.
5. Piel sensible
Estos tipos de piel son extremadamente sensibles a los factores externos. La manera de reconocer si tu piel es sensible es fijándote si se enrojece con facilidad, pierde elasticidad rápidamente, la sientes tirante o pica más de lo normal.
Si es así, debes darle unos cuidados espaciales a tu piel que sean calmantes y refuercen la barrera protectora. Hay muchos productos en el mercado específicos para pieles sensibles que protejan de los agentes medioambientales como la luz solar. Suelen ser productos suaves y sin perfumes, con agua micelar preferiblemente. Evita productos exfoliantes o mascarillas que pueden dañar este tipo de pieles.